Buenos Aires y el desafío de la Integración
Por Arq. Guillermo Meyer
El Área Metropolitana de Buenos Aires, con casi 15 millones de
habitantes, constituye uno de los mayores conglomerados urbanos del mundo. Está
conformada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 24 partidos del
Conurbano. Las ciudades no son homogéneas, del mismo modo que casi ninguna
sociedad lo es. Pero cuando recorremos nuestra metrópolis, aparece fragmentada
y estallada como si se tratara de un archipiélago de ciudades homogéneas;
segregadas y enfrentadas entre sí.
Lo vemos
en la actitud de los diferentes gobiernos que, lejos de comprender que se trata
de una sola gran ciudad, crean divisiones funcionales a sus mezquinas
necesidades políticas. Así, los porteños echan en cara a los bonaerenses la
atención en sus hospitales, mientras estos reprochan a los porteños tener que
recibir su basura. No entienden que sólo a través de la cooperación y
coordinación interjurisdiccional será posible encarar exitosamente los grandes
temas metropolitanos como transporte, seguridad, saneamiento, etc. Tal vez lo
entienden, pero no les interesa.
Lo vemos
cuando encontramos límites físicos contundentes como torres enrejadas; guetos
de pobreza con escasas entradas que llevan a una red laberíntica; enormes
conjuntos habitacionales aislados y, en lo más extremo, un Conurbano salpicado
de barrios cerrados rodeados por un perímetro amurallado con guardias de un
lado y una villa del otro. Lo oímos también cuando una voz española en el GPS
nos dice que nos acercamos a una zona peligrosa.
Lo vemos
en el desequilibrio. Cuando una ciudad no está integrada tampoco está
equilibrada; sobre todo cuando la planificación queda librada a la especulación
inmobiliaria. Así es que los barrios dotados de un buen nivel de servicios se
encuentran sobresaturados, mientras que otros quedan prácticamente abandonados
junto a las necesidades de quienes allí habitan. Por otro lado la proliferación
de urbanizaciones de baja densidad en la periferia, donde el automóvil es
fundamental en la vida diaria, sobrecarga los accesos al área céntrica con la
consecuente extensión en los tiempos de viaje y mayor contaminación ambiental.
Lo vemos
en la forma en que consideramos el espacio público, que en toda ciudad debería
constituir el lugar por excelencia donde todos sus habitantes se identifican,
reconocen y relacionan. Cada vez más degradación, suciedad, agresividad,
vandalismo, graffitis y descuido en general, tanto por parte de las autoridades
como por nosotros mismos. Por un lado, por la inseguridad, y por otro, por el
individualismo instalado en nuestra sociedad, hemos tendido a encerrarnos en
espacios cerrados. De tal manera que el espacio público es cada vez menos un
“lugar” para convertirse en una suerte de corredor de paso entre ámbitos
privados.
Lo
sentimos en la forma en la que nos relacionamos. Desarrollamos una fuerte
solidaridad entre familiares, compañeros de trabajo y amigos, pero que no se
extiende más allá. La idea del bien común se ha ido diluyendo sin discriminar
clases sociales. Debemos entender que, del mismo modo que por mantener
impecable nuestra cocina no vamos a tener una ciudad limpia, tampoco vamos a
disfrutar de nuestra ciudad mientras los lazos de solidaridad no se extiendan
entre grupos sociales más generales.
La
profundización de este proceso coincide con un período en que, tanto el gobierno nacional como el de la ciudad, se han visto
beneficiados por un incremento sin precedentes en cuanto a ingresos públicos.
Esto se debe a que esos recursos extraordinarios son dilapidados en acciones
cosméticas acotadas a dar una apariencia de rápida solución conteniendo
consecuencias, pero sin resolver causas estructurales. Así es que bajo la
superficie los problemas crecen y se acumulan hasta que finalmente emergen; a
veces en forma de tragedia. Cuando eso sucede, los distintos oficialismos
reaccionan deslindando responsabilidades, haciendo anuncios de corto alcance o
intercambiando acusaciones.
La villa. El otro fragmento urbano
Las ciudades, como manifestación física de la sociedad, nos hablan de la
idiosincrasia, la historia y la cultura de sus habitantes. Revelan la forma en
la que estos se relacionan y conviven. Por eso la fractura física es reveladora
de la fractura social. La dimensión de esa fractura nunca es tan notoria como
cuando bordeamos una villa.
Si
comparamos los resultados de los censos de 2001 y 2010, solamente en la Ciudad
de Buenos Aires la población en sus villas creció en un 52,3% en ese lapso,
pasando de 107.422 a
163.587 habitantes. Se estima que en la actualidad ese número supera los
200.000.
A
diferencia de otros hábitats precarios que fueron alguna vez construcciones con
un buen nivel de calidad y que posteriormente sufrieron un grave proceso de
deterioro (casas tomadas, inquilinatos y conjuntos habitacionales), las villas
nunca alcanzaron niveles suficientes en cuanto a su terminación y calidad
ambiental. Son el resultado de un proceso de ocupación espontáneo y no
planificado de un terreno fiscal o privado de muy bajo valor, como baldíos
inundables, basurales, viejas instalaciones ferroviarias o industriales en
desuso.
En
el mejor de los casos, el servicio eléctrico es abastecido por in tendido a
partir de un transformador cuyo consumo es abonado por el Gobierno de la Ciudad
o el municipio correspondiente. Otras veces se consigue colgándose de la red. El
agua potable se distribuye a través de extensiones conectadas a la red de AySA
que pasa por el perímetro. Igualmente las cloacas se conectan a la red oficial
a través de una red interna. Sin embargo estos servicios dejan mucho que
desear, son comunes la falta de presión de agua y las cloacas se tapan
recurrentemente por su mala ejecución y colapsan en tiempos de lluvia al estar
unificadas con el sistema pluvial. Esto es paliado con la visita diaria de
camiones atmosféricos y vactor. No existe tendido de gas por lo que se utilizan
garrafas, lo cual es más costoso que el servicio de Metrogas. El teléfono
también es inexistente, por lo que se requiere un mayor presupuesto para
comunicarse telefónica al ser el celular el único medio disponible. A pesar de
lo que se cree comúnmente, es un viejo reclamo de la mayoría de los vecinos el
poder conectarse a una redes oficiales con medidor y pagar las facturas
correspondientes con tal de tener un servicio de mayor calidad. Sin embargo
esto no es posible hasta que un proceso de urbanización ordene los lotes y
regularice el dominio de cada uno. Mientras ese proceso se demora, la Ciudad y
los municipios soportan el enorme costo de mantener servicios de mala calidad y
extendiendo en el tiempo los beneficios de quienes obtienen enormes ganancias
de esta situación.
El
tejido de estos barrios en la actualidad muy compacto y densamente poblado. El
acceso a las viviendas se produce en la mayoría de los casos por pasillos, por
lo general muy estrechos, impidiendo el paso de automóviles, camiones,
ambulancias o bomberos que acuden a una emergencia. Este intrincado sistema
conforma un laberinto que solo puede ser transitado por quien pertenece al
barrio, lo conoce, y al mismo tiempo es conocido.
Las
grandes villas son lugares de altos contrastes, lejos de ser homogéneas
presentan diversidad de panoramas: Algunos sectores poseen un alto grado de
densidad, con comercios e instituciones barriales, pasajes anchos y pavimentados,
viviendas con un mínimo de confort, higiene y servicios. Otros presentan la
miseria en su forma más cruda, con casillas sin ningún tipo de servicio, suelo
de tierra y edificaciones de madera y chapa rodeadas de basurales y aguas
servidas.
La
mayoría de las viviendas poseen un baño, la cocina es además un
“living-comedor-dormitorio” y dos o más dormitorios. Los pisos de alisado de
cemento o cerámicas, paredes de ladrillo de canto revocadas y pintadas. Entre
las deficiencias más comunes podemos citar la falta de puertas, de cielorrasos,
de aislamiento hidrófugo, lo que hace a las viviendas muy incómodas e
insalubres. La poca superficie del terreno hace que el mismo se ocupe en su
totalidad provocando que muchas habitaciones no cuenten con ningún tipo de
ventilación. Son muy calurosas en verano, muy frías en invierno y siempre
húmedas. Sus habitantes no pueden tener intimidad y viven hacinados. Se pasa de
un cuarto a otro por sus interiores, el pasillo o el hall es un lujo y un
derroche de espacio que poco se permiten.
Un fenómeno que vemos
en los últimos años es el crecimiento en altura de muchas edificaciones. En
muchos casos se debe a la construcción de cuartos para alquilar. Quienes
alquilan en la villa padecen las peores condiciones: las habitaciones no miden
más de 3 x 4 metros ,
pocas tienen baño privado y la accesibilidad puede ser riesgosa (se ven casos
donde se accede a una habitación en un piso alto a través de escalera de hoja
simple apoyada en alguna viga o pared). En otros casos el crecimiento vertical
se debe al rápido crecimiento de las familias; no es porque tengan muchos hijos
(aunque esos casos existen en menor medida) sino porque las parejas se forman
muy jóvenes; por ejemplo, suele suceder que los integrantes de una pareja sean
padres a los 15 años y abuelos a los 30, y ante la imposibilidad de acceder a
una vivienda o a una porción de terreno; construyen sobre la casa de la
generación anterior.
El
problema del hábitat precario no se refiere solamente a la carencia de una
vivienda digna, sino también de infraestructura, servicios básicos de calidad,
espacio público, vinculación e integración a la ciudad circundante. Pero con
todo esto no se soluciona el problema si no nos ocupamos de sus causas
principales: la pobreza y la desigualdad.
Pobreza y fractura social.
La pobreza
es comúnmente definida como una forma de insuficiencia o insatisfacción en el
Desarrollo Humano tomado a nivel social o una situación donde las necesidades
básicas son insatisfechas. Sin embargo esa definición no alcanza para
comprenderla en toda su dimensión ya que habría que contemplar otras cuestiones
que hacen a esa condición, como ser bienes intangibles, expectativas
personales, historias de vida y familiares.
No se
trata solo de la cantidad de ingresos o de la satisfacción de “necesidades
básicas”. En las villas de la Ciudad se estima que solamente el 6% tiene
trabajo formal; el 37% trabajo informal y un 26% vive de changas. Los subsidios
o la AUH sirven para paliar una situación de emergencia pero no para superar la
pobreza. De esta manera se les permite subsistir, pero no recuperar la dignidad
que da un empleo o el hacer uso de la libertad para mejorar sus vidas en base a
sus propias decisiones y esfuerzo.
El nivel
de educación que se puede alcanzar es otro bien intangible a considerar. La
mala alimentación, la necesidad de ocuparse en changas a temprana edad y la
descomposición de los núcleos familiares hace que muchos que nacen en un hogar
pobre no completen sus estudios; por lo tanto nunca accederán a la información
y formación necesaria para lograr un empleo digno o ni siquiera logren ser
empleables. A esto hay que sumarle el estrepitoso derrumbe que la calidad de la
educación sufrió en los últimos años. Con esta situación la pobreza se
reproduce de generación en generación.
Frente a
todas estas dificultades que imposibilitan la visualización de una salida,
muchos finalmente aceptan resignadamente su situación como algo inevitable
producto de circunstancias sobre las cuales no pueden operar. Al perderse la
esperanza en un futuro mejor las expectativas se reducen a la mera
subsistencia, algunos hasta pueden sentirse en una situación de bienestar sin
estarlo realmente. Este quiebre de la voluntad facilita al populismo gobernante
sostener una relación de dependencia clientelar; por poco que ofrezca, se va a
considerar ganancia.
Nos
equivocamos si pensamos que la pobreza es un problema del otro. Una sociedad
con altos niveles de pobreza denota falta de solidaridad, de igualdad de
posibilidades y de justicia social. Por lo tanto no solo está en crisis la
dignidad de quien sufre la pobreza, sino la de toda la sociedad en su conjunto.
Es incalculable el potencial desperdiciado; quien sabe, tal vez alguien
que podría haber sido Premio Nobel se encuentra en estos momentos viviendo en
la extrema miseria o en la calle por el solo hecho de haberle tocado nacer en
un hogar marginado sin oportunidades ni perspectivas de futuro..
Integración física
y social para la Integración Ciudadanía
En
oposición a los viejos planes de erradicación que consistían en trasladar el
problema de un lado a otro, con el advenimiento de la democracia se consolidó
la idea de la radicación y urbanización; aunque con muy escasos avances.
Queda
claro que la cuestión de las villas es un tema multidimensional que excede la
precariedad de estos barrios. Por eso los procesos de urbanización deberán
combinarse con políticas de desarrollo económico y social como única
alternativa para superar el asistencialismo.
Para que
estas políticas sean exitosas deberán ser participativas, continuas, coherentes
e integradas.
-
Participativas, incorporando a los habitantes
del barrio a urbanizar y de los barrios circundantes en el diseño,
implementación, control de gestión y eventual reformulación de los programas,
proyectos y planes. Será además la mejor manera de superar conflictos producto
de los prejuicios que persisten en nuestra sociedad.
-
Continuas, pensando en la planificación a
mediano y largo plazo como una Política de Estado que garantice la
retroalimentación, perfeccionamiento y efectiva concreción, independientemente
del signo político de los gobiernos de turno.
-
Coherentes e integradas, combinando y
potenciando las acciones en salud, vivienda, educación, empleo, renovación y
regeneración urbana, infraestructura y saneamiento ambiental. Para esto será
necesaria la cooperación y coordinación entre las distintas áreas de gobierno y
entre los distintos gobiernos con injerencia en el Area Metropolitana.
Desde el
punto de vista del planeamiento, la urbanización de una villa no se trata
solamente de construir viviendas, sino de hacer ciudad. Por lo tanto, dicho
proceso debe inscribirse dentro de un plan de desarrollo urbano que incluya al
barrio circundante y la integración al mismo a través de la continuidad de la
trama urbana, calles, avenidas y áreas verdes.
Casi sin
tierras libres suficientes, si se destina para cada vivienda lotes mínimos de 80 a 100 m2 , más las superficies
para plazas y calles, el espacio disponible sería insuficiente. Por eso es
necesario reducir la actual densidad mediante la incorporación de construcciones
de hasta 3 pisos, viviendas en tira, condominios u otras soluciones técnicas y
el desarrollo de una política de tierras activa y específica.
La
situación de emergencia sanitaria existente exige priorizar el
acondicionamiento de los servicios cloacales y de agua potable cuya precariedad
constituye múltiples focos de contaminación. En ese sentido es también
importante incentivar la modificación de viviendas existentes de manera de
resolver problemas de accesibilidad, ventilación, asoleamiento y aislación
contra humedad. La introducción de normativas de edificación acompañado con
asesoramiento profesional evitará la repetición de estos problemas en los casos
de autoconstrucción. Una vivienda y un hábitat adecuado constituye la más
eficiente política de salud: evitar que la gente se enferme.
La
educación constituye un motor fundamental para enfrentar la desigualdad social
en tiempos donde las posibilidades de desarrollo humano de los individuos van
de la mano del conocimiento. Mientras la brecha de calidad entre la educación
pública y la privada siga creciendo, la brecha social será a su vez mayor. Es
clave que las escuelas públicas en los barrios más pobres no tengan nada que
envidiar a las mejores escuelas privadas en lo que respecta a calidad edilicia,
de enseñanza y equipamiento. Estos chicos al ingresar a una escuela con esas
características recibirían un fuerte mensaje de inclusión que elevaría su
autoestima y el interés en el aprendizaje. Así, las posibilidades de desarrollo
del país se verán potenciadas al ser mayor la cantidad de ciudadanos que puedan
desarrollar plenamente sus capacidades, tomar decisiones y ocupar un lugar en
la sociedad.
Para
asegurar un proceso de aprendizaje exitoso, es clave implementar programas que
acompañen a los niños desde su nacimiento asegurando un desarrollo equitativo
en cuanto a nutrición, salud y recreación.
Es
importante ayudar a la sustentabilidad de estos nuevos barrios a través de
políticas orientadas a impulsar nuevos emprendimientos y la generación de
empleo. Por ejemplo, un sistema de microcréditos acompañado con cursos
obligatorios y asesorías en actividades productivas y formación de empresas.
La
promoción de lugares de nuestro interior que cuentan con una baja densidad
poblacional brindaría, tanto habitantes de las provincias como a inmigrantes de
otros países, alternativas distintas a hacinarse en el área metropolitana de
Buenos Aires.
Por lo
general las villas se encentran en áreas y barrios deprimidos de la ciudad.
Difícilmente las transformaciones que se realicen en una villa tendrán éxito si
el barrio en donde se encuentra continúa degradado. Es necesario volcar una
importante inversión en el espacio y el equipamiento público las zonas más
postergadas convirtiendo a lo público en un mecanismo de igualdad social.
Hablamos de bibliotecas, centros culturales, equipamiento deportivo, parques,
plazas, espacios de juego, espacios para la tercera edad, centros de
emprendimientos, etc. Hay que dejar atrás esa idea de que un edificio con
equipamiento público en un barrio precario debe ser también precario. En estos edificios no se debe escatimar en calidad y
excelencia arquitectónica de manera que constituyan verdaderos íconos, no solo
para el barrio donde se levantan, sino también para sus alrededores, cambiando
así radicalmente la connotación que esos barrios tienen actualmente
convirtiéndolos en parte de un todo en el que todos podamos reconocernos.
Como en cualquier política pública, es clave una planificación y gestión
económico-financiera integral que garantice una continuidad que supere los
tiempos administrativos y electorales y la absoluta transparencia en el uso de
los fondos públicos.
Es fundamental que toda la sociedad comprenda que con estas políticas no
solo se mejoran las condiciones de vida de los más pobres sino el de la
sociedad misma. Existen experiencias exitosas que así lo demuestran. Luego de
años de violencia, la ciudad de Medellín realizó una fuerte inversión en
educación. En los barrios más pobres se construyeron los denominados
“parques-biblioteca”, concebidos como los edificios más
emblemáticos de la ciudad y equipados para la realización de todo tipo de
actividades culturales y recreativas. El
resultado: mientras que en 1997 se producían 380 homicidios por cada cien mil
habitantes, luego de esas políticas esa cifra bajó a menos de 30 homicidios por
cada cien mil habitantes en 2006. Se cerró la puerta del delito abriendo otras.
Cuando se construye
Ciudad se construye Ciudadanía y viceversa. Solo así podremos soldar las fracturas físicas y sociales que nos
aíslan unos de otros. Ciudad es: espacio público, áreas verdes,
servicios, patrimonio histórico y cultural, escuelas, hospitales, movilidad,
desarrollo económico, empleo, seguridad; y por sobre todo, ciudadanos
identificados en la búsqueda de un bien común, conviviendo armónicamente en su
heterogeneidad y diversidad.
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