miércoles, 25 de junio de 2014

BUENOS AIRES Y EL DESAFIO DE LA INTEGRACION

8:54 p.m.

Buenos Aires y el desafío de la Integración

Por Arq. Guillermo Meyer


Una Ciudad Archipiélago

El Área Metropolitana de Buenos Aires, con casi 15 millones de habitantes, constituye uno de los mayores conglomerados urbanos del mundo. Está conformada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 24 partidos del Conurbano. Las ciudades no son homogéneas, del mismo modo que casi ninguna sociedad lo es. Pero cuando recorremos nuestra metrópolis, aparece fragmentada y estallada como si se tratara de un archipiélago de ciudades homogéneas; segregadas y enfrentadas entre sí.
Lo vemos en la actitud de los diferentes gobiernos que, lejos de comprender que se trata de una sola gran ciudad, crean divisiones funcionales a sus mezquinas necesidades políticas. Así, los porteños echan en cara a los bonaerenses la atención en sus hospitales, mientras estos reprochan a los porteños tener que recibir su basura. No entienden que sólo a través de la cooperación y coordinación interjurisdiccional será posible encarar exitosamente los grandes temas metropolitanos como transporte, seguridad, saneamiento, etc. Tal vez lo entienden, pero no les interesa.
Lo vemos cuando encontramos límites físicos contundentes como torres enrejadas; guetos de pobreza con escasas entradas que llevan a una red laberíntica; enormes conjuntos habitacionales aislados y, en lo más extremo, un Conurbano salpicado de barrios cerrados rodeados por un perímetro amurallado con guardias de un lado y una villa del otro. Lo oímos también cuando una voz española en el GPS nos dice que nos acercamos a una zona peligrosa.
Lo vemos en el desequilibrio. Cuando una ciudad no está integrada tampoco está equilibrada; sobre todo cuando la planificación queda librada a la especulación inmobiliaria. Así es que los barrios dotados de un buen nivel de servicios se encuentran sobresaturados, mientras que otros quedan prácticamente abandonados junto a las necesidades de quienes allí habitan. Por otro lado la proliferación de urbanizaciones de baja densidad en la periferia, donde el automóvil es fundamental en la vida diaria, sobrecarga los accesos al área céntrica con la consecuente extensión en los tiempos de viaje y mayor contaminación ambiental.
Lo vemos en la forma en que consideramos el espacio público, que en toda ciudad debería constituir el lugar por excelencia donde todos sus habitantes se identifican, reconocen y relacionan. Cada vez más degradación, suciedad, agresividad, vandalismo, graffitis y descuido en general, tanto por parte de las autoridades como por nosotros mismos. Por un lado, por la inseguridad, y por otro, por el individualismo instalado en nuestra sociedad, hemos tendido a encerrarnos en espacios cerrados. De tal manera que el espacio público es cada vez menos un “lugar” para convertirse en una suerte de corredor de paso entre ámbitos privados.
Lo sentimos en la forma en la que nos relacionamos. Desarrollamos una fuerte solidaridad entre familiares, compañeros de trabajo y amigos, pero que no se extiende más allá. La idea del bien común se ha ido diluyendo sin discriminar clases sociales. Debemos entender que, del mismo modo que por mantener impecable nuestra cocina no vamos a tener una ciudad limpia, tampoco vamos a disfrutar de nuestra ciudad mientras los lazos de solidaridad no se extiendan entre grupos sociales más generales.
La profundización de este proceso coincide con un período en que, tanto el gobierno nacional como el de la ciudad, se han visto beneficiados por un incremento sin precedentes en cuanto a ingresos públicos. Esto se debe a que esos recursos extraordinarios son dilapidados en acciones cosméticas acotadas a dar una apariencia de rápida solución conteniendo consecuencias, pero sin resolver causas estructurales. Así es que bajo la superficie los problemas crecen y se acumulan hasta que finalmente emergen; a veces en forma de tragedia. Cuando eso sucede, los distintos oficialismos reaccionan deslindando responsabilidades, haciendo anuncios de corto alcance o intercambiando acusaciones.
La villa. El otro fragmento urbano
Las ciudades, como manifestación física de la sociedad, nos hablan de la idiosincrasia, la historia y la cultura de sus habitantes. Revelan la forma en la que estos se relacionan y conviven. Por eso la fractura física es reveladora de la fractura social. La dimensión de esa fractura nunca es tan notoria como cuando bordeamos una villa.
Si comparamos los resultados de los censos de 2001 y 2010, solamente en la Ciudad de Buenos Aires la población en sus villas creció en un 52,3% en ese lapso, pasando de 107.422 a 163.587 habitantes. Se estima que en la actualidad ese número supera los 200.000.
A diferencia de otros hábitats precarios que fueron alguna vez construcciones con un buen nivel de calidad y que posteriormente sufrieron un grave proceso de deterioro (casas tomadas, inquilinatos y conjuntos habitacionales), las villas nunca alcanzaron niveles suficientes en cuanto a su terminación y calidad ambiental. Son el resultado de un proceso de ocupación espontáneo y no planificado de un terreno fiscal o privado de muy bajo valor, como baldíos inundables, basurales, viejas instalaciones ferroviarias o industriales en desuso.
En el mejor de los casos, el servicio eléctrico es abastecido por in tendido a partir de un transformador cuyo consumo es abonado por el Gobierno de la Ciudad o el municipio correspondiente. Otras veces se consigue colgándose de la red. El agua potable se distribuye a través de extensiones conectadas a la red de AySA que pasa por el perímetro. Igualmente las cloacas se conectan a la red oficial a través de una red interna. Sin embargo estos servicios dejan mucho que desear, son comunes la falta de presión de agua y las cloacas se tapan recurrentemente por su mala ejecución y colapsan en tiempos de lluvia al estar unificadas con el sistema pluvial. Esto es paliado con la visita diaria de camiones atmosféricos y vactor. No existe tendido de gas por lo que se utilizan garrafas, lo cual es más costoso que el servicio de Metrogas. El teléfono también es inexistente, por lo que se requiere un mayor presupuesto para comunicarse telefónica al ser el celular el único medio disponible. A pesar de lo que se cree comúnmente, es un viejo reclamo de la mayoría de los vecinos el poder conectarse a una redes oficiales con medidor y pagar las facturas correspondientes con tal de tener un servicio de mayor calidad. Sin embargo esto no es posible hasta que un proceso de urbanización ordene los lotes y regularice el dominio de cada uno. Mientras ese proceso se demora, la Ciudad y los municipios soportan el enorme costo de mantener servicios de mala calidad y extendiendo en el tiempo los beneficios de quienes obtienen enormes ganancias de esta situación.
El tejido de estos barrios en la actualidad muy compacto y densamente poblado. El acceso a las viviendas se produce en la mayoría de los casos por pasillos, por lo general muy estrechos, impidiendo el paso de automóviles, camiones, ambulancias o bomberos que acuden a una emergencia. Este intrincado sistema conforma un laberinto que solo puede ser transitado por quien pertenece al barrio, lo conoce, y al mismo tiempo es conocido.
Las grandes villas son lugares de altos contrastes, lejos de ser homogéneas presentan diversidad de panoramas: Algunos sectores poseen un alto grado de densidad, con comercios e instituciones barriales, pasajes anchos y pavimentados, viviendas con un mínimo de confort, higiene y servicios. Otros presentan la miseria en su forma más cruda, con casillas sin ningún tipo de servicio, suelo de tierra y edificaciones de madera y chapa rodeadas de basurales y aguas servidas.
La mayoría de las viviendas poseen un baño, la cocina es además un “living-comedor-dormitorio” y dos o más dormitorios. Los pisos de alisado de cemento o cerámicas, paredes de ladrillo de canto revocadas y pintadas. Entre las deficiencias más comunes podemos citar la falta de puertas, de cielorrasos, de aislamiento hidrófugo, lo que hace a las viviendas muy incómodas e insalubres. La poca superficie del terreno hace que el mismo se ocupe en su totalidad provocando que muchas habitaciones no cuenten con ningún tipo de ventilación. Son muy calurosas en verano, muy frías en invierno y siempre húmedas. Sus habitantes no pueden tener intimidad y viven hacinados. Se pasa de un cuarto a otro por sus interiores, el pasillo o el hall es un lujo y un derroche de espacio que poco se permiten.
Un fenómeno que vemos en los últimos años es el crecimiento en altura de muchas edificaciones. En muchos casos se debe a la construcción de cuartos para alquilar. Quienes alquilan en la villa padecen las peores condiciones: las habitaciones no miden más de 3 x 4 metros, pocas tienen baño privado y la accesibilidad puede ser riesgosa (se ven casos donde se accede a una habitación en un piso alto a través de escalera de hoja simple apoyada en alguna viga o pared). En otros casos el crecimiento vertical se debe al rápido crecimiento de las familias; no es porque tengan muchos hijos (aunque esos casos existen en menor medida) sino porque las parejas se forman muy jóvenes; por ejemplo, suele suceder que los integrantes de una pareja sean padres a los 15 años y abuelos a los 30, y ante la imposibilidad de acceder a una vivienda o a una porción de terreno; construyen sobre la casa de la generación anterior.
El problema del hábitat precario no se refiere solamente a la carencia de una vivienda digna, sino también de infraestructura, servicios básicos de calidad, espacio público, vinculación e integración a la ciudad circundante. Pero con todo esto no se soluciona el problema si no nos ocupamos de sus causas principales: la pobreza y la desigualdad.
Pobreza y fractura social.
La pobreza es comúnmente definida como una forma de insuficiencia o insatisfacción en el Desarrollo Humano tomado a nivel social o una situación donde las necesidades básicas son insatisfechas. Sin embargo esa definición no alcanza para comprenderla en toda su dimensión ya que habría que contemplar otras cuestiones que hacen a esa condición, como ser bienes intangibles, expectativas personales, historias de vida y familiares.
No se trata solo de la cantidad de ingresos o de la satisfacción de “necesidades básicas”. En las villas de la Ciudad se estima que solamente el 6% tiene trabajo formal; el 37% trabajo informal y un 26% vive de changas. Los subsidios o la AUH sirven para paliar una situación de emergencia pero no para superar la pobreza. De esta manera se les permite subsistir, pero no recuperar la dignidad que da un empleo o el hacer uso de la libertad para mejorar sus vidas en base a sus propias decisiones y esfuerzo.
El nivel de educación que se puede alcanzar es otro bien intangible a considerar. La mala alimentación, la necesidad de ocuparse en changas a temprana edad y la descomposición de los núcleos familiares hace que muchos que nacen en un hogar pobre no completen sus estudios; por lo tanto nunca accederán a la información y formación necesaria para lograr un empleo digno o ni siquiera logren ser empleables. A esto hay que sumarle el estrepitoso derrumbe que la calidad de la educación sufrió en los últimos años. Con esta situación la pobreza se reproduce de generación en generación.
Frente a todas estas dificultades que imposibilitan la visualización de una salida, muchos finalmente aceptan resignadamente su situación como algo inevitable producto de circunstancias sobre las cuales no pueden operar. Al perderse la esperanza en un futuro mejor las expectativas se reducen a la mera subsistencia, algunos hasta pueden sentirse en una situación de bienestar sin estarlo realmente. Este quiebre de la voluntad facilita al populismo gobernante sostener una relación de dependencia clientelar; por poco que ofrezca, se va a considerar ganancia.
Nos equivocamos si pensamos que la pobreza es un problema del otro. Una sociedad con altos niveles de pobreza denota falta de solidaridad, de igualdad de posibilidades y de justicia social. Por lo tanto no solo está en crisis la dignidad de quien sufre la pobreza, sino la de toda la sociedad en su conjunto. Es incalculable el potencial desperdiciado; quien sabe, tal vez alguien que podría haber sido Premio Nobel se encuentra en estos momentos viviendo en la extrema miseria o en la calle por el solo hecho de haberle tocado nacer en un hogar marginado sin oportunidades ni perspectivas de futuro..
Integración física y social para la Integración Ciudadanía
En oposición a los viejos planes de erradicación que consistían en trasladar el problema de un lado a otro, con el advenimiento de la democracia se consolidó la idea de la radicación y urbanización; aunque con muy escasos avances.
Queda claro que la cuestión de las villas es un tema multidimensional que excede la precariedad de estos barrios. Por eso los procesos de urbanización deberán combinarse con políticas de desarrollo económico y social como única alternativa para superar el asistencialismo.
Para que estas políticas sean exitosas deberán ser participativas, continuas, coherentes e integradas.
-       Participativas, incorporando a los habitantes del barrio a urbanizar y de los barrios circundantes en el diseño, implementación, control de gestión y eventual reformulación de los programas, proyectos y planes. Será además la mejor manera de superar conflictos producto de los prejuicios que persisten en nuestra sociedad.
-       Continuas, pensando en la planificación a mediano y largo plazo como una Política de Estado que garantice la retroalimentación, perfeccionamiento y efectiva concreción, independientemente del signo político de los gobiernos de turno.
-       Coherentes e integradas, combinando y potenciando las acciones en salud, vivienda, educación, empleo, renovación y regeneración urbana, infraestructura y saneamiento ambiental. Para esto será necesaria la cooperación y coordinación entre las distintas áreas de gobierno y entre los distintos gobiernos con injerencia en el Area Metropolitana.
Desde el punto de vista del planeamiento, la urbanización de una villa no se trata solamente de construir viviendas, sino de hacer ciudad. Por lo tanto, dicho proceso debe inscribirse dentro de un plan de desarrollo urbano que incluya al barrio circundante y la integración al mismo a través de la continuidad de la trama urbana, calles, avenidas y áreas verdes.
Casi sin tierras libres suficientes, si se destina para cada vivienda lotes mínimos de 80 a 100 m2, más las superficies para plazas y calles, el espacio disponible sería insuficiente. Por eso es necesario reducir la actual densidad mediante la incorporación de construcciones de hasta 3 pisos, viviendas en tira, condominios u otras soluciones técnicas y el desarrollo de una política de tierras activa y específica.
La situación de emergencia sanitaria existente exige priorizar el acondicionamiento de los servicios cloacales y de agua potable cuya precariedad constituye múltiples focos de contaminación. En ese sentido es también importante incentivar la modificación de viviendas existentes de manera de resolver problemas de accesibilidad, ventilación, asoleamiento y aislación contra humedad. La introducción de normativas de edificación acompañado con asesoramiento profesional evitará la repetición de estos problemas en los casos de autoconstrucción. Una vivienda y un hábitat adecuado constituye la más eficiente política de salud: evitar que la gente se enferme.
La educación constituye un motor fundamental para enfrentar la desigualdad social en tiempos donde las posibilidades de desarrollo humano de los individuos van de la mano del conocimiento. Mientras la brecha de calidad entre la educación pública y la privada siga creciendo, la brecha social será a su vez mayor. Es clave que las escuelas públicas en los barrios más pobres no tengan nada que envidiar a las mejores escuelas privadas en lo que respecta a calidad edilicia, de enseñanza y equipamiento. Estos chicos al ingresar a una escuela con esas características recibirían un fuerte mensaje de inclusión que elevaría su autoestima y el interés en el aprendizaje. Así, las posibilidades de desarrollo del país se verán potenciadas al ser mayor la cantidad de ciudadanos que puedan desarrollar plenamente sus capacidades, tomar decisiones y ocupar un lugar en la sociedad.
Para asegurar un proceso de aprendizaje exitoso, es clave implementar programas que acompañen a los niños desde su nacimiento asegurando un desarrollo equitativo en cuanto a nutrición, salud y recreación.
Es importante ayudar a la sustentabilidad de estos nuevos barrios a través de políticas orientadas a impulsar nuevos emprendimientos y la generación de empleo. Por ejemplo, un sistema de microcréditos acompañado con cursos obligatorios y asesorías en actividades productivas y formación de empresas.
La promoción de lugares de nuestro interior que cuentan con una baja densidad poblacional brindaría, tanto habitantes de las provincias como a inmigrantes de otros países, alternativas distintas a hacinarse en el área metropolitana de Buenos Aires.
Por lo general las villas se encentran en áreas y barrios deprimidos de la ciudad. Difícilmente las transformaciones que se realicen en una villa tendrán éxito si el barrio en donde se encuentra continúa degradado. Es necesario volcar una importante inversión en el espacio y el equipamiento público las zonas más postergadas convirtiendo a lo público en un mecanismo de igualdad social. Hablamos de bibliotecas, centros culturales, equipamiento deportivo, parques, plazas, espacios de juego, espacios para la tercera edad, centros de emprendimientos, etc. Hay que dejar atrás esa idea de que un edificio con equipamiento público en un barrio precario debe ser también precario. En estos edificios no se debe escatimar en calidad y excelencia arquitectónica de manera que constituyan verdaderos íconos, no solo para el barrio donde se levantan, sino también para sus alrededores, cambiando así radicalmente la connotación que esos barrios tienen actualmente convirtiéndolos en parte de un todo en el que todos podamos reconocernos.
Como en cualquier política pública, es clave una planificación y gestión económico-financiera integral que garantice una continuidad que supere los tiempos administrativos y electorales y la absoluta transparencia en el uso de los fondos públicos.
Es fundamental que toda la sociedad comprenda que con estas políticas no solo se mejoran las condiciones de vida de los más pobres sino el de la sociedad misma. Existen experiencias exitosas que así lo demuestran. Luego de años de violencia, la ciudad de Medellín realizó una fuerte inversión en educación. En los barrios más pobres se construyeron los denominados “parques-biblioteca”, concebidos como los edificios más emblemáticos de la ciudad y equipados para la realización de todo tipo de actividades culturales y recreativas. El resultado: mientras que en 1997 se producían 380 homicidios por cada cien mil habitantes, luego de esas políticas esa cifra bajó a menos de 30 homicidios por cada cien mil habitantes en 2006. Se cerró la puerta del delito abriendo otras.
Cuando se construye Ciudad se construye Ciudadanía y viceversa. Solo así podremos soldar las fracturas físicas y sociales que nos aíslan unos de otros. Ciudad es: espacio público, áreas verdes, servicios, patrimonio histórico y cultural, escuelas, hospitales, movilidad, desarrollo económico, empleo, seguridad; y por sobre todo, ciudadanos identificados en la búsqueda de un bien común, conviviendo armónicamente en su heterogeneidad y diversidad.



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